“The Lord of the Rings: The Rings of Power”: 1a parte

 Cuando Tolkien comenzó a vislumbrar “El silmarillion”, tenía en mente escribir una mitología para Inglaterra, que carecía de un cuerpo mítico consistente como el de otros pueblos europeos. Así, aquel amante de las lenguas, los mitos y los cuentos de hadas se propuso contar cómo el mundo de quienes habitaban las islas británicas había llegado a ser lo que era.

Como en toda mitología, en aquella obra los personajes (creadores o, mejor, subcreadores, como los piensa Tolkien) participan en una serie de hechos que van moldeando geográficamente el mundo. La tierra, el agua, el viento, las montañas, las plantas, las flores, las criaturas que lo habitan van surgiendo a lo largo del tiempo, a lo largo de la historia, entretejidos en lazos que anudan a los personajes. Si Eru propuso la melodía y el ritmo de la canción de los Valar, son ellos quienes moldean sus pensamientos con las notas. Y así, entre canciones y movimientos, aquellos “poderes de la tierra” le dieron forma y vida a Arda, hogar de los hijos de Ilúvatar: elfos y humanos.
En “El Silmarillion”, Melkor, después llamado Morgoth, primer señor oscuro, es responsable de la existencia del día y la noche, del final de la primavera y de la llegada de las otras estaciones. A Melkor le debemos, pues, que Arda no sea un mundo estático, idílico, sino un cosmos histórico, moldeado al ritmo del deseo, el movimiento y la libertad. De ese modo, la oscuridad en el universo fantástico de Tolkien tiene un lugar fundacional. Sin ella no habría relato alguno que contar.
¿Qué ocurre, pues, con los hijos de Ilúvatar en la segunda edad? Su existencia está marcada por el miedo a la muerte y el dolor ante la pérdida que aquélla ocasiona.
Pero… ¿no se supone que los elfos son inmortales? Lo son en la medida en que no mueren por “muerte natural”, pero no lo son porque pueden morir a manos de otros. Y eso es lo que descubrieron cuando, en la primera edad, entre ellos comenzó la guerra de hermanos. Los humanos, en contraste, son por definición mortales. La mortalidad es el regalo que Ilúvatar les concedió desde su creación; el don, pienso yo, de la libertad.
Mientras que el deber de los elfos es claro: acompañar los ciclos naturales, los humanos no tienen misión alguna. A ellos les ha sido dado el horror y el regalo de construir su propia vida, su propio sentido en el mundo. Y eso, como sabemos, es causa de angustia y maravilla, porque abre posibilidades incontables.
Ese, pienso yo, —la experiencia de la muerte— es uno de los ejes que guían la serie “The Lord of the Rings: The Rings of Power”. El otro, en mi opinión, es la búsqueda de redención, expresada en la frase que, en voz de Galadriel (citando al Elrond de los libros) da comienzo al relato: “Nothing is evil in the beginning”.







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