Hay pájaros así


Últimamente he estado pensando mucho en la muerte. Con tantas pérdidas de tantas personas a causa de la pandemia y otras cosas, he pensado que quizá es momento de reconsiderar una vivencia tan importante, lo mismo que otras experiencias vitales. 

La muerte de una persona querida es un evento triste, mucho. La he vivido en carne propia más de una vez, y todavía, varios años después, me entristece por momentos, que duran de instantes a meses. Sin embargo, pienso ahora, celebrar el regalo de su vida, junto con todos sus dones, debería ser igual de importante que reconocer su ausencia; igual de importante que reconocer aquello que, durante su vida con nosotr@s, nos dolió o lastimó. En última instancia, es igual de sanador, o incluso más, porque nos brinda consuelo. 

Mientras pienso esto, y aún más mientras lo escribo, me surge una de esas distorsiones cognitivas propias de la ansiedad (o, como las nombra una amiga, pájaros): siento/pienso que tan sólo expresar en voz o letra alta un pensamiento como este es razón suficiente para que alguien que amo muera.

Tal vez estos pensamientos sean inevitables. Tal vez me acompañen por el resto de mi vida. Pero tal vez reconocerlos sea suficiente para no dejar que el miedo me arrastre hasta una de sus formas aterradoras y paralizantes. Ojalá. 

Entonces caigo en cuenta de que, como me dijo la primera doctora que me atendió por esto, mis personas amadas habrán de morir de cualquier manera, conmigo o sin mí, con mis pájaros o sin ellos.

No tengo control alguno sobre la vida o la muerte de las personas que amo. No son mi responsabilidad. De lo único que soy responsable es de cómo me vinculo con ellas, del tipo de lazo que puedo entablar.

Incluso esos vínculos no son por entero mi responsabilidad. Son entrelazamientos que requieren de al menos dos personas. Y a veces reclaman desanudarse, destejerse, para recomenzar el tejido, restaurar un lienzo, o de plano dejarlos por la paz e incluso deshacerlos por completo pa devolver el hilo a la madeja.

Supongo que pienso/siento todo esto porque hay vínculos que, durante los últimos años, he intentado tejer de otra manera, haciéndome cargo de lo que pongo en ellos, de la ruta que toma mi hilo. Sin embargo, me doy cuenta de que, tanto tiempo después, su tejido sigue lleno de nudos y que la madeja que hay que desenredar no es ya la mía.

Frente a vínculos basados en la lógica de la culpa y la razón instrumental, mi respuesta es cortar el lazo y volver a recomponer mi madeja. Quizá más adelante se pueda volver a empezar el tejido, con hilos bien delimitados y anudados en un lienzo armónico. Lo que tengo claro es que, por ahora, no es el tipo de lazo que requiero, y tampoco el que estoy dispuesta a sostener. 

Ya no quiero asumir responsabilidades o culpas que no me corresponden. Ya no quiero hacerme cargo de lo que les corresponde a los demás. 

Quizá ese sea otro tipo de muerte. Quizá sea otra forma de duelo. Y es también dolorosa, pero ofrece el consuelo de la celebración de la vida. La propia y la del otro. La propia muerte y la muerte otra. 

Comentarios