Pero ¿alguien quiere pensar en l@s niñ@s?

Durante las últimas semanas he buscado libros de ciencias naturales y sociales para niñ@s. Libros de experimentos, informativos, con juegos y actividades, con relatos e historias sobre hechos y personas reales, con proyectos manuales interesantes, con mapas y rutas para viajar con la imaginación. 

Debo decir que he encontrado libros muy bellos, con ilustraciones enormes y explicaciones sencillas y claras, que ahora forman parte de mi colección. Sin embargo, me he enfrentado también a un problema: esos libros suelen estar en inglés y sólo una pequeña parte ha sido traducida al español. Y aunque, en lo personal, pienso traducir contenidos y centrarme sobre todo en los soportes visuales para compartirlos en clase, no puedo dejar de lamentar que montones de niñas y niños en México no puedan tener acceso a materiales como esos. 

Quizá en otros países de habla hispana existan más libros infantiles en torno a estos temas. La verdad no lo sé. No obstante, aquí parece no haberlos. ¿Por qué?, me pregunto. ¿Acaso no tenemos talento suficiente para escribirlos? ¿Acaso nos hace falta interés? ¿O quizá, como no parece haber demanda que se traduzca en ganancias significativas, hemos renunciado a la idea antes de empezar? Confieso que dudas similares me asaltan cuando veo programas infantiles increíbles como 31 minutos o El mundo de Beakman. ¿Por qué aquí no se producen programas lúdicos, divertidos, irreverentes y “educatibios”, como diría Tulio Triviño, de esa calidad?

La cosa es que el sistema educativo de nuestro país, sobre todo en los niveles básicos, tiene serias deficiencias. Quien no lo tenga claro, pienso yo, o vive en una burbuja de privilegios o simplemente no ve más allá de su nariz. Tal vez esto se deba, o al menos en parte, a que con frecuencia la escuela se convierte en un espacio ajeno al descubrimiento, la experimentación, la curiosidad y la construcción de saberes, lo mismo individuales que compartidos. Muchos maestr@s y directiv@s reducen, pues, su tarea a la transmisión de datos y fórmulas que sus estudiantes han de copiar y aprenderse de memoria, para llenar libros de texto y responder exámenes sin propiciar ejercicio alguno de reflexión.

Quizá lo hacen porque así aprendieron a enseñar; quizá porque, formados en una jerarquía escolar vertical, se sienten inseguros cuando niñas y niños hacen preguntas o cuando ofrecen saberes distintos, apelando a sus experiencias o a sus impulsos creativos y curiosidades. Así pues, lamentablemente muchos de quienes se dedican a la docencia con frecuencia se limitan a repetir lo que viene en los libros de texto, sin ahondar en los contenidos u ofrecer espacios para formular preguntas que se puedan pensar en un espacio educativo horizontal y comunitario. 

Sin duda hay excepciones, como ocurre siempre, y en todos los espacios escolares: públicos y privados, rurales y urbanos, formales e informales. En todos ellos hay profesores y alumn@s que van más allá de lo que dicta la tradición escolar hegemónica. Durante la pandemia lo hemos visto: desde quienes usan la radio comunitaria para acercar las clases a las casas de pueblos y rancherías hasta quienes fotocopian libros y cuadernillos para dar clases en banquetas y camellones. Y también conocemos de sobra las crónicas de personas que, por impulso propio o por encuentros afortunados, aprovechan todo lo que las rodea para rebasar cualquier frontera que tuvieran enfrente.

El asunto es que no podemos seguir dejando esto a la fortuna: ni al compromiso personal de maestr@s que, a costa de sus bolsillos y su tiempo libre, adquieren y crean materiales, propuestas y actividades relevantes para sus niñ@s, ni a los felices encuentros que una que otra persona pueda tener en su camino.

La propuesta que se me ocurre por ahora consiste en invitar a compartir recursos educativos, didácticos, materiales e ideas, quizá en un blog, quizá en una comunidad docente. Y también, por supuesto, unirnos para crearlos, escanearlos, traducirlos, multiplicarlos, difundirlos y distribuirlos de manera abierta, colectiva, generosa y gratuita. 

Si nos interesa una educación que parta de la convicción de que todas las personas son inteligentes y pueden entender cualquier cosa hecha por cualquier otra, ¿qué otra cosa podríamos  hacer?






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