Gente neta

Confieso que, de algunas series, mis personajes favoritos son los más ambiguos, los más llenos de paradojas y contradicciones. Así me ocurre, por ejemplo, cuando veo Dr. House. Lo admiro por su franqueza, por su mostrarse sin tapujos y lleno de falencias, por su valentía de ir contracorriente con tal de hacer lo que considera correcto: salvar vidas. Y me ocurre también con Buffy, la cazavampiros.

En esa serie, mi personaje predilecto es Spike, un vampiro que aparece temprano en la historia como una amenaza para la cazadora. Desde entonces, se muestra como alguien extraño, contradictorio: un vampiro capaz de amar. 

Y es que Spike ha viajado durante siglos en compañía de Drusila, la vampira que le dio el regalo de la vida eterna. Ese vínculo amoroso es lo que lo sostiene, lo que lo mantiene atado al mundo. Pues, a pesar de la violencia que lo caracteriza, su búsqueda más profunda es justamente esa: amar y ser amado.

Esto se comprende a fondo cuando, temporadas más tarde, nos dan una probadita del hombre que en vida fuera Spike: William, un aspirante a poeta enamorado de una mujer que lo miraba desde un pedestal que jamás podría alcanzar, objeto de burlas y humillaciones por sus letras. De ahí le viene uno de los sobrenombres con los que se le conocía: William the bloody. Sus versos, decían sus contemporáneos, eran tan malos que hacían sangrar. La única persona que los escuchaba con gusto y los admiraba era su madre, una "madre suficientemente buena", que lo aceptaba y amaba en toda su extensión. Ese vínculo afectivo fuerte, creo, es lo que le da a Spike su paradoja fundacional: su capacidad de amar.

Cuando Spike llega a Sunnydale lo hace buscando dos cosas: un hogar donde establecerse para que Drusila, debilitada por un enfrentamiento previo, pueda recuperar fuerzas; al mismo tiempo, una oportunidad para cumplir, por tercera vez en su no-vida, una de las grandes ambiciones de los de su tipo: matar a la cazavampiros. 

Así se encuentran Buffy y Spike, enfrentándose una y otra vez como antagonistas. Sin embargo, con el paso del tiempo y del relato, el vampiro termina descubriéndose enamorado. ¿De quién? De la mismísima cazavampiros. Y, así también, termina orientando cada una de sus acciones por eso que, desde su sentir y su experiencia, reconoce como amor. 

Es cierto que para Spike el amor, o al menos el "gran amor", como él lo llama, es "salvaje, apasionado, peligroso". Ese amor, piensa durante buena parte de la historia, es el único que vale la pena sentir. Es un amor por el que todo sacrificio vale la pena, sobre todo el último, el más extremo: dar la vida. Y es por esa idea del amor que Spike hace lo más terrible, atacar a Buffy para forzarla a sentir dentro de ella el mismo amor, y lo más heroico, emprender el viaje para recuperar su alma y darle a la mujer que ama "lo que ella se merece": un hombre incapaz de lastimarla.

Entonces se encuentra con algo que había olvidado: el peso del alma. Con su alma vuelven también los recuerdos de las atrocidades cometidas por siglos, del dolor infligido sin fin. Con ellos viene la culpa, con la culpa la vergüenza, con la vergüenza la tristeza, y con la tristeza la locura. 

Con la ayuda de Buffy, Spike logra recorrer el camino oscuro y poblado de la locura, y logra finalmente reconciliarse con la persona que fue en vida, con el monstruo que fue en la muerte y con el hombre que puede ser a partir de entonces. Y sólo así, después del reconocimiento y la reconfiguración de sí mismo, puede lograr lo que tanto deseaba: la intimidad profunda de la que nace el amor. Ya no un amor apasionado y doloroso, sino sostenido, creciente, un amor tenue, discreto, que ha de nutrirse a diario y en lo cotidiano, desde lo pequeño y lo sutil. 

Y así muere finalmente, habiendo conocido el amor.

Quizá se preguntarán por qué le he dedicado tanto tiempo, tantas palabras, a este personaje. Yo también me lo pregunto... Tras mucho pensar y sentir, llegué a la conclusión de que personajes como estos me recuerdan a mi padre. 

Mi papá era, como Spike, un personaje ambiguo, con una experiencia del amor que, por apasionado, por momentos se iba al extremo; que podía albergar resentimientos, tristezas, dolores y culpas por años y años. Como Spike, mi papá a veces podía ser violento, aunque de otras formas, y, como a Spike, había que ponerle límites de tajo. 

Como Spike, mi papá no tenía miedo a la profundidad, por oscura o dolorosa que fuera, y como Spike, se reconocía a sí mismo y se mostraba tal cual era. Como Spike, mi papá tenía una enorme capacidad de amar, era su motivación más importante, la más honda, pero podía hacerlo sólo a su manera. 

Como Spike, mi papá era, pues, una persona que, más que buena o mala, podía adjetivarse como "neta".



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