Bacha

Mi querida amiga Bacha nació, por ahí de tres años atrás, en uno de los patios que están a los lados del monumento a la revolución. Allí vivían su madre y su padre: la Negra y el Bigotes, junto con una amplia y fluctuante comunidad humana callejera. 

De todos los cachorros que nacieron en su camada, sólo ella y su hermana Atenea se quedaron a vivir ahí. Quizá por ser jaspeaditas y con menos herencia pitbull que algunos de sus hermanos, nadie quiso adoptarlas. Quizá más bien su propia comunidad las amó desde el principio y decidió criarlas. 

Desde que las conocimos, Bacha y Atenea fueron amigables con nosotros. Olisqueaban a Luna y Ciruela y aceptaban nuestras croquetas con agrado. Con el tiempo, nuestra amistad creció y creció hasta convertirse en amor. Junto con una amiga del barrio, las esterilizamos; luego, las cuidamos durante varias enfermedades y las vacunamos. Y ellas, seguras de que alimento, medicina, cariño y cuidado significaban amor, nos amaban de vuelta, reconociéndonos con narices y ojos, corriendo a donde estábamos, moviendo la cola emocionadas y tirándose de panza en muestra de confianza plena. 

Así pasaron dos años. De amistad cercana. De cuidado cotidiano. De preocupaciones y alegrías compartidas. 

A Bacha la acompañamos en su recuperación cuando descubrimos que tenía moquillo y, luego, cuando aparecieron las secuelas osteoartríticas que le impedían caminar con normalidad. La conocíamos y la amábamos. Ella nos conocía y nos amaba. Nos conocíamos, pues, y nos amábamos. 

Después de cada encuentro, Bacha nos miraba alejarnos durante varios minutos, como deseando irse con nosotros, formar parte de nuestra familia. Pero se quedaba quieta, cerca de su familia humana, que la amaba, sin duda, aunque no pudiera darle muchos cuidados. Y así nos alejábamos, tristes por saber que, aunque lo deseáramos también, no podíamos traerla a casa.  

Entonces ocurrió el desalojo  Y su comunidad tuvo que reubicarse. Y aunque seguía habitando rumbos cercanos, nuestros encuentros fueron cada vez más esporádicos. Y así, de pronto, dejamos de verla. Por ahí del 8 de marzo. 

Desde entonces no ha vuelto a aparecer por aquí, y no hay nadie que sepa decirnos qué pasó con ella. Quizá alguien le dio un hogar cerrado, linda y amorosa como era. Quizá se movió simplemente con algunos nómadas urbanos. Quizá le pasó algo: un accidente, una enfermedad, una captura, la muerte. 

Hasta ahora no tenemos ninguna pista, porque tampoco sus amigos humanos pueden darnos alguna. Lo único que nos queda es nuestro recuerdo de ella. Su mirada, su alegría, su amor. 

Bacha hermosa, te extrañamos. 







Comentarios

  1. Yo también la extrañaré... No la conocí pero tus relatos me la dibujan y me hacen amar aún más a los perros.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario